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A. J. P. (1864-1957)

¿Dónde están los jóvenes?


El siguiente extracto de la carta de un misionero es una lectura bastante seria. Él dice: «Durante el año que duró nuestra última licencia, visité 75 ciudades en Inglaterra y América, y en cada una de ellas hable de las gran necesidad de obreros en esta parte de África. Hasta donde sé, el resultado fue nulo.» «En el año 1925, dos compañías hicieron extensivo el llamado a postular a 882 puestos de trabajo en el Congo Belga. Los trabajos eran diversos: empleados, comerciantes, mecánicos y colaboradores; 15.000 jóvenes postularon inmediatamente a estos puestos de trabajo.» «Teniendo en consideración que la venida del Señor es inminente, y que los cristianos lo saben, ¿no parece extraño que no haya jóvenes dispuestos a venir al Congo a servir al Señor? Pareciera que cuando leen versículos tales como Juan 3:16, ellos se apropian de ellos y dicen: 'Esto es para mí'; pero cuando llegan a versículos como Mateo 28:19, "vayan y hagan discípulos de todas las naciones", ellos dicen: 'esto no es para mí, que alguien más vaya y lo haga'. Nos preguntamos qué tendrá que decir el Señor ante tal injusticia.» No hay duda que hemos llegado a días de tibieza e indiferencia, tal como se predijo en el mensaje del Señor a la Iglesia en Laodicea (Apocalipsis 3:14-22). Nuestro amigo misionero puso en escena un desafío muy impresionante. Acorrala a todo cristiano con su vívido contraste. Su llamado en busca de colaboradores en el Congo Belga, realizado en 75 ciudades y en dos continentes distintos, no tuvo respuesta alguna; sin embargo, el llamado a 882 puestos de trabajo seculares, en la misma parte desfavorable del mundo, fue atendido y las postulaciones se llenaron de inmediato. ¡El contraste es sorprendente y revelador! Por otro lado, no serviría de nada si todos los jóvenes que creen en Juan 3:16 llegaran a la conclusión que deben ser misioneros a los paganos. A nuestro juicio eso sería desastroso. La comisión dada en Mateo 28:19 fue dada a hombres escogidos y hombres que poseían un don apostólico; hombres que tuvieron el inestimable privilegio de ver como trabajaba el gran Maestro. De todos modos, este desafío tiene mucho (y de sobra) para hacernos pensar y actuar. No todos están preparados para el mismo campo en el extranjero. Muchos jóvenes y jovencitas animados por una sincera predicación acerca de las misiones, dejaron volar su imaginación y se ofrecieron como voluntarios para el extranjero, y luego desearon nunca haberlo hecho. Cuando se enfrentan con «las cosas tal como son» (el título de un conocido libro misionero), el romance se acaba y el entusiasmo termina disipándose. Creemos que los misioneros necesitan de muchas cualidades para tener éxito. Necesitan una profunda seriedad y espiritualidad; un fervoroso amor por las almas; una tremenda determinación y sentido común; la capacidad de llevarse bien con otros. No deben ser de piel sensible, celosos, susceptibles al ver un desprecio. Deben soportar el cansancio, la privación, la sed, y estimar su servicio a Dios y a los pobres paganos más que una simple recompensa a todas estas cosas. No todos son llamados a este servicio. El llamado, cuando realmente llegue, será interno e irresistible. Será más claro en la intimidad del corazón propio que en público. Además, el misionero que va al extranjero primero lo será en su hogar. El celo no crece por hacer un viaje por mar y encontrarse bajo las palmeras en medio de salvajes semidesnudos. Debe existir ese celo que aprovecha el momento presente, el entorno actual y las oportunidades del momento. No todos son llamados a ser misioneros en el extranjero, Algunos son necesarios en su país natal. Si los incendios domésticos no se apagan, entonces el campo extranjero languidecerá. Sin embargo, cuando Dios llama, el llamado es imperativo, y si es el Señor de la mies el que impulsa a los obreros, entonces todo estará bien. Sin embargo, ante el desafío de nuestro amigo misionero, bien podemos preguntarnos: ¿será nula la respuesta al Señor en comparación con los 15.000 postulantes a 882 puestos de trabajo seculares en África? Si bien no todos pueden ser misioneros a los paganos, si podemos pedir seriedad, devoción y rendición de parte de cada joven. Si estas cosas caracterizaran a nuestros jovenes, entonces no sería escaso el don de misioneros locales o en el extranjero. Todos serían misioneros. Si nuestros jóvenes poseyeran un espíritu lleno del amor de Cristo, de ese amor que constriñe, entonces no habría falta de misioneros. Gracias a Dios, muchos de nuestros jóvenes son consagrados, pero suplicamos que TODOS se consagren, y que busquen una dedicación más profunda donde ya existe consagración. "Porque el amor de Cristo nos impulsa, considerando esto: que uno murió por todos; por consiguiente, todos murieron. Y él murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí sino para aquel que murió y resucitó por ellos." (2 Co. 5:14-15). Qué nuestro lema sea: «No para nosotros, sino PARA ÉL» Le debemos todo a nuestro Señor y Maestro. ¡Qué ejemplos de jóvenes varones de Dios encontramos en las Escrituras! Daniel, Samuel, David, José, Moisés, Pablo, Pedro, Juan, Timoteo, Tito y muchos otros más. Dios siempre ha usado a jóvenes, ocupando su fortaleza y resistencia física, su luminosidad y celo. Daniel era solo un jovencito cuando, en la corte de Babilonia, se propuso en su corazón no contaminarse con la comida y la bebida del Rey. Samuel era solo un niño cuando recibió asombrosos mensajes de parte de Dios. David era solo un jovencito cuando fue ungido para ser Rey sobre Israel. José tenía 17 años cuando fue vendido a Egipto y se mantuvo fiel al Señor a pesar de estar exiliado de su país, lejos de su padre y sus amigos. Moisés, "hecho ya grande", tomó la decisión de no querer ser llamado hijo de la hija de Faraón. Y podríamos recorrer todas las Escrituras y encontrar una nube de testigos entre los jóvenes de las Escrituras. Sobre todos, tenemos el supremo ejemplo de nuestro Señor Jesucristo "puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe...corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante" (He. 12:2,1). La recompensa está cerca, el objetivo ya está a la vista. Busquemos la gracia necesaria para responder a todo lo que Dios es para nosotros en Cristo.

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